Los intercambios de minerales entre los coleccionistas son tan viejos como los propios coleccionistas. Nada nuevo hasta aquí. Sin embargo, lo que sí empieza a ser una novedad, y además muy relevante, es que cada vez está más extendida y aceptada la idea de organizar mesas de intercambio que peligrosamente comen terreno a las ferias tradicionales de minerales.
Y es que lo que antes era una actividad marginal, la del intercambio entre unos pocos amigos, ahora con Internet se está convirtiendo en algo accesible a cualquier coleccionista. Aunque como toda nueva actividad que se populariza, esto trae consigo cosas positivas y negativas.
Entre las cosas positivas: Cada vez se ve más material y de mayor calidad en las susodichas mesas de intercambio (superando sin duda al material nacional de las ferias), cada vez se realizan con mayor frecuencia, cada vez se organizan más rápido, y cada vez en más lugares, incluso de manera simultánea.
Entre las negativas: Aún no hay reglas de juego bien definidas para el intercambio, y de ahí los malentendidos que se originan a veces. No existe un organismo regulador ni un indicador objetivo común para tasar una pieza frente a otra.
Pero poco a poco, con la experiencia de estas mesas, van surgiendo reglas de juego fáciles de entender y sobre todo de aceptar por todos sin perder la amistad. Y ya pueden empezar a temblar los organizadores de las grandes ferias nacionales de minerales porque cuando finalice este proceso de selección natural, seguramente sólo les quedará la bisutería y las actividades culturales lúdico-festivas.
Así que o se ponen pronto las pilas y empiezan a reconocer en lo que vale el intercambio incluyéndolo como parte fundamental de sus programas feriales, o Darwin me dará la razón.
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