Que las mujeres están hechas de otra pasta dura y resistente, a la vez que tierna y sensible, es otra perogrullada más de tantas y tantas que se dicen diariamente.
Sin embargo, para la mayoría éstas afirmaciones no dejarían de ser un escaparate más de lo políticamente correcto (para ganar votos) si no fuera porque tenemos cerca a muchas que nos lo demuestran con su quehacer diario.
Y como de vez en cuando está bien que los que estamos hechos de otra pasta menos sensible se lo agradezcamos a ellas, aquí va mi pequeño homenaje a la que me demuestra a diario que obras son amores.
Y es que Sonia, mi mujer, no sé cómo fue capaz de compaginar vida laboral, voluntariado en CEAR, embarazo, clases de preparación al parto, congresos, cursos y mi afición a los minerales, la montaña y la ciencia con un máster en derecho internacional impartido por la UNED.
En el transcurso de ese máster tuvo que preparar un trabajo de carácter obligatorio para superarlo. Siendo un máster libre y sin examen con la nota final binaria (aprobado o suspenso), la mayoría hubiéramos hecho lo mínimo para aprobar y santas pascuas.
Sin embargo, Sonia, haciendo alarde de la responsabilidad que ha mostrado siempre, se esforzó a más no poder y presentó un trabajo muy por encima de lo esperado. Y recibió su recompensa.
Una de las profesoras del curso, viendo la calidad de su trabajo, la animó a presentarlo a la revista de derecho de la UNED y éste ha sido aceptado y publicado en el número 6, 2010.
Desde aquí mi más sincera enhorabuena a tantas y tantas que hacen lo mismo o más en silencio, quizás siguiendo los dictados de su naturaleza femenina y el consejo de Thomas Jefferson que decía que creía bastante en la suerte, y que había constatado que cuanto más duro trabajaba más suerte tenía.
Esa conciliación no hubiera sido posible sin los dos motorcitos: la enana Leire que por aquel entonces danzaba (nunca mejor dicho) por mi panza, y el picapiedrolos de mi marido, que a fuerza de chincharme consigue sacar lo mejor de mí.
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