Lo que estamos viviendo los últimos 50 años en el mundo del coleccionismo de minerales españoles no había ocurrido en ninguna época pasada y probablemente no volverá a ocurrir nunca más.
¿Y qué estamos viviendo si se puede saber?
Más que viviendo yo diría que estamos disfrutando de una época dorada en la que existen y se mantienen (casi siempre de manera desinteresada) centenares de colecciones particulares de minerales nacionales de muy alta calidad, tamaño, interés científico y en muchos casos (por desgracia) casi desconocidas.
Son muchos los factores que han contribuido a este Medio Siglo de Oro de Nuestros Minerales que contrastan con los de épocas pasadas en las que sólo unos pocos nobles y burgueses (también con muchas dificultades que seguramente no sufrían ellos) se podían permitir este "hobby".
Para empezar, y por muchas razones que no vienen al caso, tenemos más tiempo libre y de ocio que en ninguna otra época anterior, pero también tenemos una clase media más numerosa, instruida y acomodada, mejores carreteras (que les pregunten a los que iban a Berbes en el año 1970), tenemos mejores vehículos (coches, furgonetas, 4x4, etc.) y combustibles bastante asequibles para todos los bolsillos, un acceso inmediato y barato a información de todo tipo (geográfica mediante GPS y todo lo demás en Internet), existen redes de aficionados, libros y revistas especializadas muy dinámicos, desde la universidad aparecen constantemente aportaciones y colaboraciones desinteresadas que ayudan a caracterizar nuevas especies, en casi cualquier punto de la geografía nacional se promueven multitud de Ferias y Mesas de Intercambio de minerales y fósiles, etc., etc., etc.
Por contra, hemos sufrido la desaparición paulatina y hoy ya casi definitiva de la minería subterránea nacional. Ciertamente, a los coleccionistas nos ha beneficiado esta situación ya que son pocas las minas en explotación que permiten la entrada de aficionados y algunas incluso castigan la recuperación de algunas piezas por parte de sus trabajadores. Por tanto, se ha podido acceder con cierta libertad a minas no muy antiguas en condiciones de relativa seguridad (lo que, por desgracia, no ha evitado algunos accidentes fatales). A éstas hay que añadir un pequeño número de canteras aún activas y obras civiles que, gracias a incursiones casi furtivas (¡qué triste que tengamos que andar así!), también proporcionan piezas de cierto interés.
¿Y dices que esta generación no se volverá a repetir?
No soy quién para predecir el futuro, y menos para aguárselo a las jóvenes generaciones que vienen pegando fuerte. Sin embargo, es un hecho que cada vez se toman más medidas para que nadie pueda acceder a una zona de obras (viviendas, carreteras, túneles) e incluso se crean perímetros de seguridad con cámaras de vigilancia en minas y canteras como si fueran zonas de guerra. Las minas clausuradas más recientemente cada vez tienen menos que rascar y otras más antiguas empiezan a ser demasiado peligrosas como para pagar con la vida una triste piedra. Eso no quiere decir que aún no vayan a salir mejores piezas, pero seguramente cada vez será más difícil.
Cualquier político o autoridad científica con dos dedos de frente se debería dar cuenta de una triste realidad: Esas magníficas colecciones de minerales españoles (centenares hemos dicho) de una riqueza, calidad y cantidad nunca antes vista no tardarán en empezar a desintegrarse, disiparse o simplemente olvidarse como lágrimas en la lluvia (Blade Runner).
Esa autoridad (aún no sé bien de qué tipo) tiene una oportunidad única e histórica para encontrar fórmulas que impidan este fatal destino y crear un fondo común con una colección única e irrepetible en la historia de los minerales españoles.
Ahí queda.
Colección Borja Sainz de Baranda
Hace 16 horas
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