6 de octubre de 2020

Mina de Calcopirita, montes de Ezcaray, La Rioja

A veces en esta afición, más importante que los minerales de colección en sí, son las sensaciones que produce un día de excursión en montaña con investigación en mina sin mayor pretensión.

El pasado sábado un par de horas de buena subida con rampas de más del 30% cargado con alguna herramienta e iluminación me llevaron a una de tantas minas ezcarayenses.

Hace más de 20 años que conozco la bocamina, pero siempre que había pasado por ella o iba al monte o a setas. Sin embargo, alguna vez había que entrar y por fin lo hice.


Sabía que la entrada era muy pequeña e iba a tener que arrastrarme por lo que la mina sería más bien enana. Y también pensaba que, como en otras cercanas, iba a encontrarme multitud de restos de huesos de los raposos. Sin embargo, para mi asombro la mina era bastante amplia y sólo encontré multitud de mosquitos de las cavernas.


Desconozco las fechas de las labores de la mina, pero mi abuela (que hubiera tenido 100 años) nunca la conoció en funcionamiento ni conoció quien la conociera en explotación.

En la mina no encontré ni herramientas ni vagonetas ni similares de metal. Sin embargo, sí que había bastantes troncos a modo de vigas o apoyos que se deshacían en trizas en cuanto los tocabas.


De minerales, todo ello es un gran filón de barita masiva con calcopirita encajada (que es lo que buscaban). No hay geodas y raramente se encuentra algún mineral digno de colección. Aunque eso nunca se sabe a ciencia cierta hasta que alguien da con algo sorprendente. En la escombrera hace años llegué a abrir bolos con filamentos de malaquita de hasta 1 cm.


Por supuesto, durante la subida es posible localizar multitud de setas y disfrutar de un entorno natural magnífico.


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