Lo cierto es que no es ninguna maravilla por su calidad, pero para mi es más que suficiente para representar la sistemática de aquella zona de la que poco a poco me voy haciendo con bastantes minerales interesantes.
29 de agosto de 2010
Barita de la mina La Romana (Almería)
Lo cierto es que no es ninguna maravilla por su calidad, pero para mi es más que suficiente para representar la sistemática de aquella zona de la que poco a poco me voy haciendo con bastantes minerales interesantes.
27 de agosto de 2010
Azufre nativo de Mondragón
15 de agosto de 2010
El ombligo del mundo
El otro día iba en el metro (incómodo medio de transporte donde los haya, vive Dios y por Tutatis), cuando pude disfrutar de un sucedido de esos que te reafirman en el gran dicho que dice eso de que la realidad supera la ficción. Y es que parece que algunos, más de uno y más de dos, se creen el ombligo del mundo, cuando son a lo sumo un piojo más de tantos que desapareceremos en unas décadas y sin rastro en unos milenios.
Los asientos principales en mi metro, el incómodo, están dispuestos en grupos de a cuatro en los que dos pasajeros se sientan frente a otros dos. El viernes pasado, justo en el centro de uno de esos grupos, una impresionante vomitona se erguía en el adorno festivo del fin de semana, lo que llevó a que ninguno de los presentes osara vulnerar la magnificencia de tamaño monumento con su sola presencia. En cristiano, que no se sentaba ni Blas ahí.
A medida que íbamos llegando a las paradas eran más y más las personas que se acercaban a esos cuatro asientos para sentarse. Entraban en el vagón, y tras otear el horizonte en busca de un asiento, su mirada se iluminaba al ver aquel oasis de descanso en medio de la marabunta. Lo mejor era poder asistir en vivo y en directo al milagro de la transfiguración, cuando su cara se tornaba en una mueca de repugnancia al ver la sorpresa que se escondía entre los asientos.
Como siempre en este incómodo metro llegó un momento en el que todos los asientos estuvieron ocupados, (salvo los cuatro susodichos), y muchísima gente iba de pie y apoyada como podía hasta en el techo. Y aún así la gente que iba entrando estación tras estación se acercaba a los asientos vomitados experimentando en sus rostros esa transfiguración antes comentada. Resultaba increíble observar cómo nadie de los que accedían al vagón eran capaces de sospechar, siquiera un instante, que algo extraño debía ocultarse para que el resto de los mortales prefiriera permanecer apiñado como en el camarote de los hermanos Marx, en lugar de poner su trasero en relajo total. Vamos, lo que digo en el título, que la peña debe pensar que es el ombligo del mundo.
Y la gota que colmó el vaso fue la del típico ejecutivo trajeado que iba hablando con su chica de las noticias. Metro aún más lleno que antes y cuatro asientos libres seguro que por alguna razón. Pues bien, nuestro ejecutivo con poca vista y mucho ego ahí que llega hablando con la chica hasta meter la zarpa justo en medio de la vomitona de donde se fue gracias al aviso de ella cagándose en lo más bendito. Fue el hazmerreír de todo el vagón.
¿Tan importantes nos creemos como para pensar que esos cuatro asientos están ahí para nosotros por nuestra cara bonita y que los demás son tontos? Como dice mi mujer, que no nos pille una guerra.
Los asientos principales en mi metro, el incómodo, están dispuestos en grupos de a cuatro en los que dos pasajeros se sientan frente a otros dos. El viernes pasado, justo en el centro de uno de esos grupos, una impresionante vomitona se erguía en el adorno festivo del fin de semana, lo que llevó a que ninguno de los presentes osara vulnerar la magnificencia de tamaño monumento con su sola presencia. En cristiano, que no se sentaba ni Blas ahí.
A medida que íbamos llegando a las paradas eran más y más las personas que se acercaban a esos cuatro asientos para sentarse. Entraban en el vagón, y tras otear el horizonte en busca de un asiento, su mirada se iluminaba al ver aquel oasis de descanso en medio de la marabunta. Lo mejor era poder asistir en vivo y en directo al milagro de la transfiguración, cuando su cara se tornaba en una mueca de repugnancia al ver la sorpresa que se escondía entre los asientos.
Como siempre en este incómodo metro llegó un momento en el que todos los asientos estuvieron ocupados, (salvo los cuatro susodichos), y muchísima gente iba de pie y apoyada como podía hasta en el techo. Y aún así la gente que iba entrando estación tras estación se acercaba a los asientos vomitados experimentando en sus rostros esa transfiguración antes comentada. Resultaba increíble observar cómo nadie de los que accedían al vagón eran capaces de sospechar, siquiera un instante, que algo extraño debía ocultarse para que el resto de los mortales prefiriera permanecer apiñado como en el camarote de los hermanos Marx, en lugar de poner su trasero en relajo total. Vamos, lo que digo en el título, que la peña debe pensar que es el ombligo del mundo.
Y la gota que colmó el vaso fue la del típico ejecutivo trajeado que iba hablando con su chica de las noticias. Metro aún más lleno que antes y cuatro asientos libres seguro que por alguna razón. Pues bien, nuestro ejecutivo con poca vista y mucho ego ahí que llega hablando con la chica hasta meter la zarpa justo en medio de la vomitona de donde se fue gracias al aviso de ella cagándose en lo más bendito. Fue el hazmerreír de todo el vagón.
¿Tan importantes nos creemos como para pensar que esos cuatro asientos están ahí para nosotros por nuestra cara bonita y que los demás son tontos? Como dice mi mujer, que no nos pille una guerra.
10 de agosto de 2010
Barita de La Unión (Murcia)
3 de agosto de 2010
Camargo, Chapter Three
En una época como la actual de wireless, gps, gprs, bluetooth, 3G, etc., no tiene ningún sentido que un blog tome vacaciones y, por supuesto, éste (tomando ejemplo del de mi amigo mochilero) no va a ser another sinsentido de tantos. Así que aquí va otra entrada más desde mis pasadas vacaciones, ahora no vacaciones y luego otra vez más vacaciones.
Una serie sobre Ca
Deseo que las disfrutéis tanto como yo en éstas vuestras vacaciones-no vacaciones de blogs sin descanso.
28 de julio de 2010
Toros y Minerales
Me he sorprendido encontrando similitudes entre la polémica taurina en Cataluña y el micromundo de los coleccionistas de minerales. Y me ha parecido tan graciosa la tontería que la voy a contar aquí.
Para empezar yo de toros no tengo ni la más ligera idea. Nunca he estado en una corrida de toros y, en principio, no es algo por lo que pierda el culo (tampoco lo pierdo por ir a ver un partido de fútbol). De hecho, he de reconocer que desde mi más tierna infancia les he tenido, a los toros en TV, algo de tirria por una razón tan pueril como vergonzosa: Básicamente, cuando sólo había dos canales de televisión, si una tarde había toros era a costa de no poder disfrutar dibujos animados, payasos o series infantiles.
Resumiendo, los toros no me gustan claramente por desconocimiento, aunque reconozco que representan una tradición muy respetable que debería juzgarse sosegadamente desde muchos puntos de vista bien confrontados. Y no me vale eso del sufrimiento del animal cuando me lo dice una persona que come buenos solomillos, pollos, merluzas, etc., sin pararse a pensar en el sufrimiento de lo que engulle a diario.
A mi juicio, el Parlamento Catalán ha dado un paso muy importante y valiente que no quiere decir que sea el correcto. Ha propuesto una regulación, previa reflexión, de un tema que divide muy profundamente a una sociedad tradicionalista como la nuestra.
¿Y dónde está el símil con los minerales? Desde luego que en la regulación no.
Uno de los argumentos más plausibles de los defensores de la tradición taurina es que si no fuera por ésta probablemente no existirían unas razas de toros tan exquisitas como las que producen actualmente decenas de ganaderías. Esto tiene su coste en tiempo y dinero, y como es de esperar ningún empresario lo hace únicamente por amor al arte: Viven de ello.
En el caso de los minerales ocurre algo parecido aunque con menos Leyes. No existirían las fantásticas piezas que circulan por el mundo si no fuera por los coleccionistas y comerciantes independientemente de su pedigrí: Los que cogen 100 piezas y los que cogen 10, los que comercian y los que lo hacen alguna vez o los que nunca, los que sólo cogen morralla y los que tienen suerte de coger sólo flotantes, los que duermen en la mina y los que se pagan un buen hotel, los que arrasan con sus martillos neumáticos y los que usan las manos y el pico, los que insultan y los que ignoran, los que divulgan y los que callan, los que aportan algo nuevo y los que repiten hasta aburrir, los que empiezan y los que acaban.
Se podrían encontrar muchos otros símiles si entramos en el campo de los toreros, toreados, por no decir también de los cuernos, pero no tengo ganas de escribir, que para algo estoy de vacaciones. Así que vale por hoy.
Para empezar yo de toros no tengo ni la más ligera idea. Nunca he estado en una corrida de toros y, en principio, no es algo por lo que pierda el culo (tampoco lo pierdo por ir a ver un partido de fútbol). De hecho, he de reconocer que desde mi más tierna infancia les he tenido, a los toros en TV, algo de tirria por una razón tan pueril como vergonzosa: Básicamente, cuando sólo había dos canales de televisión, si una tarde había toros era a costa de no poder disfrutar dibujos animados, payasos o series infantiles.
Resumiendo, los toros no me gustan claramente por desconocimiento, aunque reconozco que representan una tradición muy respetable que debería juzgarse sosegadamente desde muchos puntos de vista bien confrontados. Y no me vale eso del sufrimiento del animal cuando me lo dice una persona que come buenos solomillos, pollos, merluzas, etc., sin pararse a pensar en el sufrimiento de lo que engulle a diario.
A mi juicio, el Parlamento Catalán ha dado un paso muy importante y valiente que no quiere decir que sea el correcto. Ha propuesto una regulación, previa reflexión, de un tema que divide muy profundamente a una sociedad tradicionalista como la nuestra.
¿Y dónde está el símil con los minerales? Desde luego que en la regulación no.
Uno de los argumentos más plausibles de los defensores de la tradición taurina es que si no fuera por ésta probablemente no existirían unas razas de toros tan exquisitas como las que producen actualmente decenas de ganaderías. Esto tiene su coste en tiempo y dinero, y como es de esperar ningún empresario lo hace únicamente por amor al arte: Viven de ello.
En el caso de los minerales ocurre algo parecido aunque con menos Leyes. No existirían las fantásticas piezas que circulan por el mundo si no fuera por los coleccionistas y comerciantes independientemente de su pedigrí: Los que cogen 100 piezas y los que cogen 10, los que comercian y los que lo hacen alguna vez o los que nunca, los que sólo cogen morralla y los que tienen suerte de coger sólo flotantes, los que duermen en la mina y los que se pagan un buen hotel, los que arrasan con sus martillos neumáticos y los que usan las manos y el pico, los que insultan y los que ignoran, los que divulgan y los que callan, los que aportan algo nuevo y los que repiten hasta aburrir, los que empiezan y los que acaban.
Se podrían encontrar muchos otros símiles si entramos en el campo de los toreros, toreados, por no decir también de los cuernos, pero no tengo ganas de escribir, que para algo estoy de vacaciones. Así que vale por hoy.
14 de julio de 2010
Minería contaminante recalcitrante
Que toda actividad minera implica un impacto ambiental es una verdad como un templo. Sí sí, no pongáis esa cara de besugo, incluso la del más humilde de los aficionados con su humilde pico, aún no siendo comerciante ni empresario, provoca un destrozo visible por más que queramos echarles la culpa a los franceses o a los vendedores. Y el que no lo vea o es tonto del culo o es un hipócrita falso y fariseo de atar.
A veces este impacto llega a límites desproporcionados como ocurre en el caso que denuncia Conciencia Solidaria en Argentina con un vídeo que merece la pena ver y reflexionar.
Cuando un estado y las grandes corporaciones realmente están interesadas en un mineral, nada está protegido ni es naturaleza salvaje. Todo pasa a ser explotable y facturable.
Ahora bien, cuando los susodichos no están interesados en el pedrusco de turno a nadie le importa que haya una regulación, y sólo ante denuncias, que bien apostaría una cena a que en muchos casos son fruto de la envidia, se toma alguna medida por la que pagan los que menos culpa tienen y eso hasta que el tema deja de ser actualidad volviendo todo al olvido y destrozo sistemático por parte de todos y no sólo de los que nos interesa culpar, de TOOOOODOS.
A veces este impacto llega a límites desproporcionados como ocurre en el caso que denuncia Conciencia Solidaria en Argentina con un vídeo que merece la pena ver y reflexionar.
Cuando un estado y las grandes corporaciones realmente están interesadas en un mineral, nada está protegido ni es naturaleza salvaje. Todo pasa a ser explotable y facturable.
Ahora bien, cuando los susodichos no están interesados en el pedrusco de turno a nadie le importa que haya una regulación, y sólo ante denuncias, que bien apostaría una cena a que en muchos casos son fruto de la envidia, se toma alguna medida por la que pagan los que menos culpa tienen y eso hasta que el tema deja de ser actualidad volviendo todo al olvido y destrozo sistemático por parte de todos y no sólo de los que nos interesa culpar, de TOOOOODOS.
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