Hace tres años, ¡ya tres años!, decidí cambiar el rumbo de mi carrera profesional. Tras casi diez trabajando en el mundo de la informática, primero como doctorando y después como joven emprendedor, quería volver a los orígenes de mi vocación: La Física.
Un joven físico queriendo trabajar en Física en este país lo tiene muy crudo, y por motivos personales no quería ir a lejanos lugares mucho más avanzados en este sentido. Así que se me ocurrió, siguiendo el ejemplo de algunos compañeros que me precedieron, preparar un examen para optar a la residencia como Radiofísico Hospitalario. Y tras tres meses y medio de estudio con muy poca dedicación (fundamentalmente en el metro) debido a las exigencias del que era mi trabajo por aquel entonces, logré superar la prueba. Y, además, la fortuna me permitió elegir un destino muy cercano a mi lugar de residencia (¡sólo 70 Kms!): el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla con todo el nombre y prestigio que le preceden.
Y tras tres años en Radioterapia, Medicina Nuclear y Protección Radiológica la sociedad me considera especialista. Nunca antes me había parado a pensar que la Física de las radiaciones pudieran tener una aplicación tan maravillosa y mira tú por dónde que ahora yo formo parte de ello. He adquirido los conocimientos (¡guay!) y tendré la responsablidad (¡qué presión!) de aplicar lo aprendido en la vida real de las personas para ayudarlas (¡qué ilusión!).
En Valdecilla he pasado tres de mis mejores años disfrutando de la amistad y profesionalidad de médicos, físicos, técnicos, auxiliares, enfermeros, residentes, etc, todos ellos de una calidad humana excepcional. A ellos les debo todo lo que he aprendido, nada más y nada menos que curar el temido cáncer con radiaciones más un toque de humanidad.
Gracias a tod@s por la magnífica despedida y por el bonito reloj que guardaré como recuerdo imborrable de estos años.
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