En Internet hay decenas de blogs y miles de recursos para aprender a hacer presentaciones orales en público y para mejorar/pulir la técnica. Eso por no hablar de cursos inútiles en su mayoría que se ofertan en academias, empresas y diversas instituciones para convertirnos en perfectos comunicadores.
La mayoría de las veces, no van más allá de la ayuda básica de Microsoft Office Powerpoint y cuando no, lo único que hacen es apelar al sentido común. Para que me digan que en una presentación no deben utilizarse ciertas combinaciones de colores o fuentes Comic Sans (que ya tiene narices) no hace falta organizar un curso.
La mejor manera de aprender a orar (que no rezar) es aprender de los maestros, y estos días yo estoy aprendiendo de uno de los mejores del mundo mundial que desafortunadamente abandonó éste no hace mucho. Me refiero a Steve Jobs con su estilo chocante e impactante. Sólo Richard Feynman (Premio Nobel en 1965) o J. L. Mañes (un profesor en la Facultad donde estudié) me gustan tanto o más que él.
¿Cuál es su secreto, es decir, el truco del almendruco?
Es obvio que que hay que nacer y tener dos dedos de frente, pero también y sobre todo hay dos ingredientes clave dignos de la poción mágica de los mismos galos:
i) Pasión y convicción por lo que se cuenta.
ii) Preparación, preparación y más preparación.
La improvisación y la falta de motivación es la causa del 99% de las malas presentaciones. La estupidez la del otro 1%.
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