19 de noviembre de 2014

Visita al Museo de Ciencias Naturales del Colegio Urdaneta, Loiu (Vizcaya)

Hacía años que tenía ganas de visitar la parte del museo del Colegio Urdaneta que concierne a los minerales. En varias ocasiones había tenido la oportunidad de ver algunas de sus piezas en Fosminer y, viendo lo impresionantes que eran, era de esperar un museo de altura.

Septaria de Deba (Gipuzkoa)

La ocasión para una futura visita se fraguó en octubre, en la pasada edición de Fosminer tras una amigable y provechosa conversación entre el que viste y calza, Aitor Sopelana y Alberto Bejarano, éste último el actual director del museo y profesor del colegio.

Aprovechando unas pequeñas vacaciones de Aitor en Bilbao por fin concertamos la tan ansiada visita al museo y quedamos con Alberto el 12 de noviembre a las 6 de la tarde en el aparcamiento del colegio. Fue un lujo tener un guía como Alberto para ver un museo como éste de manera totalmente personalizada.

Doy unas pinceladas de lo que fue la visita, aunque lo mejor es protagonizar una con su director.

Para empezar, Alberto nos contó que en la recepción del colegio (junto al aparcamiento) se habían instalado dos piezas de gran tamaño, una geoda de Enekuri y una goethita La Arboleda, que se unirían a una futura vitrina con más minerales además de insectos, fósiles, conchas, etc. La intención, según Alberto, es que un visitante sea consciente desde el primer momento de que, además de lo que tiene casi cualquier colegio (instalaciones deportivas, aulas, salón de actos, etc.), Urdaneta tiene un elemento claramente diferenciador: Un Museo de Ciencias Naturales.

Seguidamente, nos dirigimos al museo propiamente dicho. En el pasillo, junto a la puerta de entrada, hay un enorme esqueleto de cachalote completo y en muy buen estado de conservación a pesar a haber estado almacenado sin pena ni gloria durante años. Alberto fue el que se encargó de recomponerlo y restaurar algunas de sus partes. Su visión es espectacular, más teniendo en cuenta que es el único de todo el estado así expuesto y que tiene casi un siglo de historia.

Ya en el museo la primera impresión es la de una sala más pequeña de lo esperado aunque agradable, que invita al estudio y la observación, preparada con mucho gusto, bien iluminada y con vitrinas pobladas en su justa medida. Cuesta creer que haya más de 800 elementos de todo tipo en tan poco espacio y sin perderse en ningún momento el sentido del orden y la estética. En principio, está prevista una pequeña ampliación en un futuro no lejano.

Vanadinita de Marruecos
Las fotos intentan dar una idea de lo que se puede encontrar en las vitrinas. Muchos de los elementos aún poseen las etiquetas originales de los misioneros que las trajeron, lo que les da un toque muy singular.


Después fuimos a visitar el almacén del museo que contiene todo lo que no cabe por falta de espacio y que casi tiene tantas piezas como el museo propiamente dicho. Allí encontramos mucha e interesante documentación gráfica: Carteles de todas las exposiciones y colaboraciones realizadas, fotografías diversas, paneles explicativos de todo tipo, libros de ciencias del siglo XIX y XX, etc.

Me parecieron muy ilustrativas las fotografías del museo original que fue reconvertido por Alberto en lo que es ahora hace ya más de 10 años. Sin duda el suyo ha sido un trabajo concienzudo y excepcional que marca claramente la diferencia entre un antes rancio y un después moderno.

Cualquier elemento del almacén era útil para la enseñanza. Por poner un ejemplo, había una planta de papiro que permitía ilustrar perfectamente en qué consistían los papiros egipcios para la escritura.

Datolita de Errigoiti (Vizcaya)
En lo que respecta a los minerales, sin tener un fondo demasiado extenso ni piezas especialmente estéticas (salvo algunas excepciones), había algunas piezas clásicas muy interesantes. A destacar, una plata de  Hiendelaencina, una galena preciosa de Oiartzun en el almacén y una blenda de gran tamaño de Áliva.

Aunque no soy un experto en fósiles, también hay una colección bastante extensa que cubre todos los períodos geológicos.


Finalmente, nos despedimos con un café con leche en la cafetería del colegio y de camino al aparcamiento Alberto nos explicó algunas peculiaridades de las decenas de árboles singulares que están repartidos por el recinto del colegio.

Desde aquí Aitor Sopelana y yo volvemos a agradecerle a Alberto su amabilidad y cortesía, le felicitamos por su enorme trabajo y animamos a que siga desarrollando con ilusión todos los frentes que tiene abiertos (que no son pocos).



Plata de Hiendelaencina





Enorme blenda acaramelada de Áliva (Cantabria)

Calcita de Santurtzi (túnel bajo el monte Serantes)

Datolita de Errigoiti




Espato de gran transparencia de Trucíos








Icnitas (huellas de dinosaurio)



Una piraña

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una visita enriquecedora.
Da gusto conocer a gente como Alberto que simplemente por amor a la ciencia, se lie la manta a la cabeza y haga la cantidad de actividades, que hace para sus alumnos.