Por otro lado, andar por los techos de una mina, aparte de requerir material especializado (cuerdas, escaleras, andamios e incluso alas), resulta una actividad de alto riesgo poco recomendable y muy propensa a accidentes bastante desagradables.
Por tanto, si descartamos el techo por peligroso y lo que tenemos a la altura de la cara por estar ya muy mirado, ¿qué narices hacemos que no estamos en una terraza tomando unas cañas?
Bueno, bueno, que no cunda el pánico máxime en este blog que siempre ha defendido que en todos los yacimientos aún quedan piezas excepcionales en tanto en cuanto se pique lo suficiente.
Un lugar poco o nada mirado es el suelo por donde todo el mundo pisa. Y es que doblar el lomo no es tan peligroso como flotar por los techos de una mina, pero es una actividad muy poco agradable (ya no te digo ponerse a cavar) y que deja muchas zonas la mar de interesantes sin mirar.
Así que ahí queda la reflexión de hoy que en mi caso tiene muchos ejemplos prácticos que la confirman. Y ya no tenemos excusa para escaparnos de cañas dejando la mina desatendida :-)
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