11 de diciembre de 2008

La incompetencia de la administración hospitalaria

Todo el mundo sabe lo importante que es la formación continuada en cualquier profesión. Muchas veces, y cada día más, es la única manera que tenemos de garantizarnos una carrera profesional competitiva dentro de la Unión Europea. ¡Ay, qué lugar ese donde la formación se incentiva y valora!

En el hospital donde trabajo, y supongo que así será en los demás, la única manera que tienes de recibir esta formación continuada surge de una autofinanciación desinteresada, por nadie agradecida y muy poco valorada. Eso sí, para realizar el curso te conceden unos magníficos días de permiso que, afortunadamente, no tienen que salir de tus vacaciones (aunque con el tiempo me puedo esperar cualquier cosa de la incompetencia).

Normalmente, y por desgracia en mi especialidad, la mayoría de estos cursos son en el centro y sur de la Península Ibérica, y trabajando en el norte uno puede imaginar que entre 8 y 12 horas de viaje no te las quita nadie (y si es en transporte público algo más). Como los cursos suelen empezar a primera hora de la mañana, lo lógico es emplear el día anterior para realizar el viaje. Pues bien, como la norma hospitalaria sesuda dice que en los cursos realizados en territorio nacional no se conceden permisos para realizar los desplazamientos de ida y vuelta, resulta que, salvo que te teletransportes, ese día de viaje te lo restan de tus vacaciones.

¿Qué implica esto? Muy fácil y absurdo. Si voy a un curso, digamos de Valdecilla (Santander) a la muga (frontera) con Francia que me puede llevar 3 horas, me conceden todo un día de permiso para mi disfrute y relajo viajero. Pero como se te ocurra hacer un curso en Baeza (Jaén) date por jodido. No sólo tienes unas 14 horas de viaje en tren (medio muy recomendable para viajar en invierno), si no que además tienes que despojarte de un día de tus vacaciones para hacerlo.

Así que una persona comprometida con su Sociedad honestamente decide reciclarse y hacer un curso, digamos en Salamanca, para aprender nuevas técnicas que ayuden mejorar el tratamiento a los pacientes oncológicos. Eso te cuesta (viaje, matrícula y estancia) unos 600 EUR de los que 420 salen íntegramente de tu bolsillo más dos días de tus vacaciones para viajar (uno de ida y otro de vuelta).

Para que luego digan que los jóvenes residentes no aportan nada a sus hospitales y que sólo reciben formación y todo tipo de recursos de éstos. Seguro que esto no ocurre en Europa.

Afortunadamente, siempre nos quedará la satisfacción de un trabajo bien hecho y lo más valioso de todo: El agradecimiento del paciente que aparentemente lo tiene todo perdido y que gracias a ti puede ver una luz de esperanza.

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