Que toda actividad minera implica un impacto ambiental es una verdad como un templo. Sí sí, no pongáis esa cara de besugo, incluso la del más humilde de los aficionados con su humilde pico, aún no siendo comerciante ni empresario, provoca un destrozo visible por más que queramos echarles la culpa a los franceses o a los vendedores. Y el que no lo vea o es tonto del culo o es un hipócrita falso y fariseo de atar.
A veces este impacto llega a límites desproporcionados como ocurre en el caso que denuncia Conciencia Solidaria en Argentina con un vídeo que merece la pena ver y reflexionar.
Cuando un estado y las grandes corporaciones realmente están interesadas en un mineral, nada está protegido ni es naturaleza salvaje. Todo pasa a ser explotable y facturable.
Ahora bien, cuando los susodichos no están interesados en el pedrusco de turno a nadie le importa que haya una regulación, y sólo ante denuncias, que bien apostaría una cena a que en muchos casos son fruto de la envidia, se toma alguna medida por la que pagan los que menos culpa tienen y eso hasta que el tema deja de ser actualidad volviendo todo al olvido y destrozo sistemático por parte de todos y no sólo de los que nos interesa culpar, de TOOOOODOS.
14 de julio de 2010
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