A finales de julio, mientras paseábamos con las niñas junto a la iglesia de Ezcaray, vimos nada más y nada menos que a Miguelón Indurain. La fotografía, tomada por Sonia, nos sitúa bajo los portales del restaurante Echaurren, y seguro que algún día será una de esas "históricas" al mostrarnos a ambos con mascarilla en una época de pandemia también histórica.
Pocas personas han merecido tanto mi admiración como este magnífico deportista que tan buenas tardes ha regalado a medio mundo. Aunque lo que me lleva a admirarle (paciencia, humildad, tesón, honestidad, generosidad) también me haría admirar a un político, banquero, médico o Rey en su profesión.
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