Hace muchos años que fui a Navelgas por primera vez. Como la mayoría lo hice atraído por su oro. Recuerdo que tuvimos mal tiempo y que estuvimos alojados en un hostal cutre (lo que había por entonces) con paredes de papel de fumar y con un maleducado alojado en la otra habitación que tuvo toda la noche la TV a todo volumen. A pesar de ello, pudimos hacer una ruta pasando por las antiguas explotaciones de oro y visitar el MOA, donde bateamos el poco oro que vimos.
Años después volví con las enanas. Los niños conservan esa inocencia que ilusiona al buscador de oro y van deseosos al río con ganas de encontrar su pepita. Sin embargo, en este río los niños poco tienen para ilusionarse.
Recuerdo que una vez estuvimos una hora en la zona del batán de Parada y la desilusión fue enorme. Además de que el tiempo no fue muy bueno, no vieron ni una triste mota de oro. Tan solo las del MOA (que había duplicado el precio de la bolsa y dividido a la mitad el tamaño de las láminas de oro).
Pero lo peor fue esta última vez. A pesar de que había llovido los días previos, cuando fuimos no nos llovió. Hacía fresco y yo estaba mal del estómago, pero llevaba pala y azada y no podía defraudar a las enanas. Toda la mañana profundizando y no consigo sacar ni una escama. Que no pido pepitas, tan sólo una lámina. Más abajo vemos a gente adulta buscando con detectores de metales y trajes de agua, totalmente equipados, y todo para sacar unas laminillas.
Sé que hay ríos en León y también en Extremadura donde los niños pueden sacar poco pero algo, que es lo que buscamos. Puede que estén algo más lejos, pero si algún día pasamos cerca puede que podamos sacarnos la espinita.
Hoy por hoy no quiero ni detectores ni neoprenos.
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