Cuando era crío e iba a los pequeños mercadillos con minerales de mi zona mi pequeño presupuesto sólo me permitía comprar un par de cajitas 4x4 de 25 pesetas (15 céntimos de ahora) y me quedaba más que feliz. Muy de vez en cuando, ya más mayor, me pude permitir algunos minerales de 500 pesetas (3 Eur de ahora). Eran mucho mejores, sin duda, o eso me parecía a mi. En cualquier caso, los guardaba con especial cariño en la zona de minerales exclusivos, dándole mayor entidad a la pequeña colección a medida que esta zona crecía. Más tarde las pesetas fueron sustituidas por horas de trabajo, viajes, herramientas y sudor que a veces daban piezas imposibles de pagar, pero esto quedaba fuera del alcance de la edad infantil.
Llevo años haciendo talleres sobre minerales dentro de otros talleres de Ciencia o en dentro de Ferias de Minerales, y he visto la reacción, o reacciones más bien, ante la visión de un mineral a esas edades. Lo más llamativo de todo es que cuanto más baja es la edad más les atraen los minerales. Los motivos de esas atracción son casi siempre los mismos:
i) El brillo: Cuando más brillen mejor, eso parece lógico.
ii) El color: Los colores comunes, los de las piedras de la calle, no les atraen nada. Los rosas, verdes, rojos... esos les encantan.
iii) La forma: Las formas regulares les encantan. No es extraño en un mundo donde la mayoría de las piedras de la calle no tienen forma de cubo, dodecaedro o tetraedro.
iv) El valor: Es curioso, pero una pregunta recurrente es sobre el valor, ¿es oro, vale mucho?, y en función de ello le darán un estatus u otro. En este punto regalar un mineral, por bonito que sea, es una muy mala idea. Con ello te están entendiendo que el piedro vale más bien poco ya que otros como el oro no se regalan así como así.
Y más tarde, por diversas razones, la chispa se apaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario