Voy a terminar el mes con un par de reflexiones que llevo tiempo queriendo hacer, de esas de las que te hacen pensar que el que las suscribe ha perdido la chaveta.
La primera tiene que ver con una salida que he realizado recientemente con un comerciante de minerales al que le he enseñado una mina cercana que no conocía. Una información que le he proporcionado gratuitamente sin recibir nada a cambio, más aún regalando algunas piezas de esas que suelo descartar.
En condiciones normales el que fuera un comerciante de minerales sería lo de menos, pero no cuando hablamos de talante. Y es que esto de buscar minerales es, casi diría yo, como torear. Uno se encomienda a todos los de arriba y los de abajo, besa su estampita de San Pirolusito y pico en mano sólo piensa en el destello de los afilados cristales que esperan tras la dura pared. Tras horas de arduo trabajo la mayoría de las veces sales de la mina con varias contusiones en manos y/o dedos y ni un solo cristal en el bolsillo. Sin embargo, no importa si nos acompaña el talante, la intención es lo que cuenta y ya habrá suerte la próxima vez. Y de hecho, la mayoría de los insistentes acompañados del talante la tienen, la suerte, y varias veces. En el caso de la mina que le mostré al susodicho, casi el 50% de las veces que la he visitado con talante he localizado geodillas. Cierto que el otro día no, pero yendo como iba un poco por compromiso creo que me abandonó el talante.
Ahora bien, si cuando entras a una mina sólo piensas en el beneficio que te proporcionaría lo que vas a sacar y llevas cajas, sacos y camiones y nada de talante, mal vamos. Todo se torna oscuro, está muy trillado o no queda nada porque otros antes que nosotros se han llevado lo fácil. ¡Faltaría más! Los demás coleccionistas no son tontos y damos por supuesto que si lo ven a mano se lo van a llevar. Nuestra única alternativa es el talante y buscar lo no tan fácil. Por otro lado, no cabe duda que esto añade un punto de emoción detectivesca a la afición.
Muy pocas veces he ido a un sitio donde sacar material sea tan fácil como agachar el espinazo para recoger la pieza. Las he vivido, sí, pero sin duda han sido las menos emocionantes. También es cierto que si hubieran sido piromorfitas cordobesas en lugar de sideritas o calcitas o cuarzos la cosa hubiera sido diferente, digo yo :-)
La otra reflexión tiene que ver con la ferias de minerales y fósiles que aparecen y desaparecen como el Guadiana.
Periódicamente, surgen nuevas ferias o se reinventan las desaparecidas, y todos las recibimos con los brazos abiertos. Pero, y en este punto la historia se repite, una y otra vez vuelven a desaparecer y alguna para siempre. ¿Por qué?
La respuesta habría que buscarla quizá en otra pregunta: ¿Cuáles son los componentes indispensables de una feria de minerales, coches, dedales o chorizos?
Uno podría decir mil cosas sobre las instalaciones, los expositores, las fechas, las actividades complementarias, la difusión en los medios, etc., pero si no hay talante y está rodeada de buenos y bien allegados amigos tarde o temprano, es cuestión de tiempo, desaparecerá. Y aunque resurja un par de veces de entre las ascuas, acabará pereciendo.
Simple cuestión de supervivencia evolucionista.
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