Unos meses después del hallazgo de la topera de cuarzos de Ezcaray he repartido varias decenas de piezas de colección a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Aunque por muchos motivos (entre otros porque ni sé ni me gusta poner precio) no soy partidario de vender piezas de cierto calibre y calidad, siempre hay quien prefiere comprar antes que cambiar (bien porque no tiene bien porque no le interesa). En mi caso se han dado las dos circunstancias en dos ocasiones. Pero además, he realizado intercambios muy interesantes en todos los casos con siete coleccionistas y he ragalado piezas al menos a otros 4. De este modo se han ido esfumando las mejores piezas de la topera y finalmente se han quedado muy poquitas en la colección (4 o 5 y no muy grandes).
Ahora empiezo a entender el estrés (todos pidiendo y pocos pacientes) que le supone a mi amigo Víctor gestionar sus decenas y decenas de intercambios. Afortunadamente, en general, ha sido un placer poder compartir estas piezas con toda esta buena gente.
Por cierto, que aún está pendiente un último cambio, el correspondiente a esta pieza que va para el susodicho.
8 de octubre de 2015
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