Ahora que se acerca la feria de minerales de La Unión, una de las más populares de nuestra geografía con un fuerte componente de intercambio (llamado también de maleteros), toca reflexionar sobre la naturaleza misma del término intercambio.
Una vez más los intercambios de minerales traerán muchas alegrías, pero también sinsabores y, lo peor, descalificaciones públicas o privadas basadas en los malentendidos tan habituales en este mundo de las piedras.
Como es lógico, todos creeremos que nuestras piezas son las mejores del mundo porque las hemos cogido nosotros o porque son de nuestra región. Pero debemos ser objetivos y aceptar que nuestras piezas, en general, no son ni tan raras ni tan estéticas como para justificar ciertos intercambios.
Y no pasa nada, que no por eso se cae el mundo. De hecho, seguramente la persona que no quiera realizar el intercambio que le proponemos nos regalará alguna similar de calidad inferior sin pedir nada a cambio. Pero, lógicamente, no nos dará la "top-quality" recién salida de su colección si no recibe a cambio algo que considere equivalente.
Yo no iré a La Unión, espero hacerlo alguna vez, pero sé de gente que lo hará con intención de hacer buenos intercambios y llevando muy muy muy buen material de su zona.
A ver qué sensaciones traen de allí, las cuales me gustaría que me permitieran transmitir anónimamente a través de mi blog. Son buena gente que seguro regalarán piezas, comprarán piezas, pero sobre todo querrían intercambiar por buenas y raras piezas de nuestra geografía.
Veo en este su viaje un experimento interesantísimo para poner a prueba el concepto de intercambio serio de minerales.
A ver, a ver.
Buen viaje y buena suerte.