El tópico de que los toreros son de otra pasta se aplica a los coleccionistas de minerales sin lugar a dudas. Nos metemos en lugares inhóspitos, gastamos tiempo y dinero, arriesgamos el pellejo, ponemos a prueba nuestra vida de pareja, conyugal y familiar, etc., todo para conseguir un puñado de piedras con una mezcla de sudor, polvo, barro y mucho tesón.
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¡Tierraaaa, tierraaaa!, digo ¡Piromorfitaaaa, piromorfitaaaa! |
La historia se ha repetido una vez más y gracias a ello los amigos valencianos Vicente y José Luis nos han dado una de las mayores alegrías mineralógicas del año.
Con griegos, cartagineses, romanos, árabes, ingleses, alemanes, franceses, belgas, o nosotros mismos por delante, parece bastante evidente que nadie va a descubrir nada nuevo en el campo de los minerales españoles. Los yacimientos, en su gran mayoría, ya fueron visitados por otros y muchos de sus minerales se reconocieron y estudiaron en ellos o en otros yacimientos del mundo. Aún así sigue habiendo importantes contribuciones realizadas por aficionados y académicos que descubren nuevas especies en viejas minas e incorporan poderosas técnicas de identificación al campo (me viene a la mente la espectroscopía Raman, por ejemplo). Este no es el caso de la mina de Munébrega ya que se sabía de sobra de su existencia y de la de sus piromorfitas, razón por la cual todo lo que se publique sobre ella más allá de la aventura de los amigos Vicente y José Luis me la trae bastante al pairo.
A mi lo que me gusta es leer la anécdota, desde su concepción inicial, pasando por la planificación hasta la ejecución con los sucesos inesperados agradables y desagradables y, por supuesto, con las fotos de las piezas y la aventura, claro. En el caso de las piromorfitas de Munébrega he tenido la suerte de saber de primera mano sobre el periplo, además de cambiar una de las piezas que pondré en una entrada futura.
Nos ponemos en contexto. Vicente y José Luis, en plena forma física, con mucha ilusión, experiencia y conocimientos de espeleología e investigación de pozos mineros. Un trabajo sistemático y concienzudo de muchos meses, incluso años, con largos periodos lejos de casa. Por tanto, largos viajes en coche y estancias de varios días fuera de casa a la intemperie o en hoteles locales.
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José Luis bien amarrado. |
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Vicente bajando a las profundidades aragonesas. |
Lo duro empieza ahora, ambos conocen la zona, conocen la existencia de las minas (porque son varias), saben de la paragénesis, pero ni idea de dónde picar. Así que de manera sistemática bajan y suben pozos a lo largo y ancho del entorno, sin resultados y sin indicios. Son muchas decenas de metros los que hay que bajar y lo peor, luego subir y muchas veces. Pero, claro, para bajar un pozo con cuerdas hay que tener donde anclarlas y eso algunas veces (como en este caso) no es fácil. Otro problema a resolver.
Por si esto fuera poco, aquel paraje tiene sus peculiaridades climáticas. Extremadamente frío en invierno y caluroso en verano. Imaginaos subiendo 25 metros en vertical con 30 kilogramos de peso a las espaldas, sudando como cochinos y afuera os están esperando unos -10 ºC y un agradable cierzo local. Duro, ¿verdad?
Afortunadamente, tras muchos días sin resultado, tras mucho esfuerzo, tiempo y dinero tirados a la basura, bajando pozos y contrapozos dentro de la mina como el de 45 metros que se comió José Luis para no sacar nada y encima costarle media cuerda a Vicente, ocurre que un día un cortafrío se queda metido en la pared casi sin golpear. Detrás se esconde una gran cavidad, una gran geoda, ¡quién sabe! Los nervios a flor de piel y la imaginación se desboca.
La gran pregunta por todos deseada. Oye compañero, ¿qué es esto?. Parece una piromorfita. ¡ES PIROMORFITA! ¡EUREKAAA!
A partir de ahí os podéis imaginar. Sacar y sacar a placer durante meses. El único problema era determinar con precisión el peso máximo de material que uno podría subir (peso propio más herramientas aparte) en cada ascensión sin fenecer en el intento. Por circunstancias del terreno no era factible (al menos de manera sencilla) construir un sistema de poleas para subir desde arriba el material, así que cada uno tenía que colgarse su propio cargamento y tirar con él para arriba 25 metros o más.
Cada vez que veáis una piromorfita de éstas a la venta y os parezca cara pensad en cómo vieron la luz. Aunque por desgracia ni Vicente ni José Luis verán un euro de la súperrevaloricación en las diversas ventas de las piezas, pero esa es otra historia que nada tiene que ver con la aventura.
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Sacar a placer, ¡qué gozada! |
Así pues, desde mi punto de vista esta es La Gran Aventura de las Piromorfitas de Munébrega, autores Vicente Torró y José Luis Sánchez, o José Luis Sánchez y Vicente Torró, ambos primeros autores indiscutibles, presentadas en la pasada Feria de Minerales de Sainte-Marie-aux-Mines 2018.
Por cortesía de los autores de la aventura aquí tenéis más fotos para deleite de los muchos que nunca veremos aquello en persona.
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Autores de las fotografías, José Luis y Vicente |