De todos es sabido que mi afición a los minerales se centra casi exclusivamente a mi entorno cercano y alrededores, pero lo que igual no es tan conocido es que es por una cuestión de conocimientos, de recursos y de tiempo libre (todos ellos reducidos y finitos).
Para mi coleccionar es algo más que una mera acumulación de piedras bonitas. Cuando un mineral entra en mi colección es casi como si entrara un amigo en casa. Necesito saber cosas de él, incluso compartir anécdotas y lugares.
Un mineral adquiere importancia cuando soy capaz de identificar en un mapa, aunque sea aproximadamente, el yacimiento o punto de extracción. Si, además, conozco personalmente el yacimiento, tengo fotos e incluso planos, conozco la gastronomía e historia del pueblo más cercano, entonces la alegría es plena.
Un mineral adquiere importancia cuando conozco a otros aficionados que conocen el yacimiento del que procede y tienen piezas extraídas por ellos mismos, o casi, anécdotas, fotografías, historia, etc.
Un mineral adquiere importancia cuando conozco muchas o mejor muchísimas piezas del mismo que ponen en su lugar las que yo tengo. Es la única manera medianamente fiable de saber si mi pieza es mediocre y mejorable o si la puedo considerar definitiva dentro de la colección.
Está claro que desde el punto de vista de un comerciante el coleccionismo global es un negocio mucho más suculento.
Si se limitan a los minerales de este país al menos, un comerciante tiene pocas opciones que ofrezcan algo nuevo y todas ellas son caras: comprar lotes de particulares (los clásicos suelen ser carísimos), salir a picar (actividad muy dura y penosa), sacrificar los minerales de la propia colección, localizar colecciones antiguas que merezcan la pena (complicado y sólo para gente con muchos contactos), tener contactos en las escasas explotaciones mineras que existen. Las únicas opicones económicas que normalmente se ofrecen están casi exclusivamente en el mundo de la sistemática y micromounts, o en los lotes de material cansino que ya tiene todo el mundo y que no mejora en nada lo conocido.
Si el mercado del comerciante es global las opciones son mucho mayores y más baratas. En la actualidad existen enormes potencias mineras que extraen continuamente material muy estético y en abundancia. Además, suelen ser países en desarrollo con lo que sin demasiado esfuerzo se pueden obtener grandes lotes a muy buen precio. Desde el punto de vista del coleccionista experto con más recursos y tiempo que yo, todas esas piezas son más que mediocres para lo que sale allí, pero en el mercado son muy bonitas y quedan bien en cualquier estantería o vitrina. Excelente relación calidad/precio.
Seguramente las fluoritas chinas son preciosas, pero dado que no puedo estar al día de los nuevos hallazgos allí ni aspiro a conocer su geografía o cultura más que cualquier otro mortal que apenas se asomaría como turista una vez en su vida, prefiero no coleccionar ese material.
Siempre cuento la anécdota de aquel que cambió una magnífica celestina de Langre por un cristal suelto de 4 cm de aguamariana de Pakistán. Ese cristal de aguamarina era parte de un lote comprado por un comerciante en Saint Marie. Dividiendo el precio del lote por el número de cristales de aguamarina resultaba 5 Eur./cristal. Ahora bien, cualquiera que haya visitado Langre sabría que una geoda de 15 cm de diámetro limpia y con cristales de celestina de 1 cm vale mucho más (sumando tiempo, trabajo, factor suerte y combustible).
Así que salvo excepciones, sólo coleccionaré minerales que pueda conocer con cierta profundidad. Y el resto lo serán porque con ellos viene una anécdota, un viaje o un recuerdo.
Vale.