Echando la
cuenta me sale que son ya 5 años consecutivos los que por estas fechas paso
entre botes, sales, huevos, globos, minerales, fósiles, prismas e imanes. Hago
demostraciones científicas de forma desinteresada para algunos cursos del
colegio Nuestra Señora de Europa, donde cursan estudios mis dos hijas. Este
centro organiza todos los años, rondando el final del curso escolar, la Semana
de la Ciencia, donde los niños y las niñas de diferentes ciclos hacen sus
pinitos y en la que, también, se invita a las familias a participar, con más o
menos éxito de participación.
Aquí ya
entraríamos en el eterno debate sobre la comunicación por parte del centro, el
ánimo y el compromiso de la comunidad educativa de la que todas y todos formamos
parte... Pero eso da para otro post.
La cosa empezó
hace 5 años cuando Sonia me propuso hacer algunos experimentos en la clase de
primero de Infantil (3-4 años) de Leire. Todo un reto con gente tan menuda que
contra todos mis pronósticos fue un éxito entre niños y
maestras.
Después, con el
impulso de algunos profesores, más padres (que pueden y quieren) y Sonia, la
experiencia se ha ido extendiendo a Primaria e incluso cursos superiores con
notable éxito también. Les damos a los niños y niñas nuestra visión amateur y
profesional de insectos, biología, medicina, botánica, física, etc. Una forma
interesante de, insisto, implicar a la comunidad educativa y al mismo tiempo,
insuflar la curiosidad por la ciencia desde la más tierna
infancia.
En general, la
respuesta siempre ha sido fantástica. Es cierto que la mayoría de los padres no
se interesan tan siquiera por saber de la actividad realizada por sus hijos, que
algún profesor podría mostar algo más de entusiasmo o que los gestores del
centro (sean los que fueren) deberían aparecer alguna vez por ahí (out
there).
Sin embargo, os
aseguro que el que un niño o una niña, después de realizar los experimentos, te
dé un abrazo espontáneo en agradecimiento, o que te sigan preguntando en el
parque por conceptos discutidos en el Salón de Actos, o por cómo se hace tal o
cuál experimento, sin duda es la mejor recompensa. Y si, además, algún día te
recuerdan cuando lleguen a ser grandes profesionales y recojan los éxitos de su
carrera, pues mejor que mejor.
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