Aunque es un museo pequeño en tamaño (me refiero a la zona de exposición, no así los fondos del museo que albergan cerca de 37.000 ejemplares identificados) es muy interesante por varias razones. Su fundador, Enrique Huerta, ha querido dar más peso a la espectacularidad de las muestras expuestas (tamaño, rareza, origen) consiguiendo de esta manera captar mejor la atención fundamentalmente de los más pequeños.
¡Qué mejor manera de crear escuela!
Por otro lado, hay que quitarse el sombrero ante Enrique dado que todo lo que ve el visitante lo ha conseguido él solo con su esfuerzo e inversión personal de mucho tiempo y dinero. Parece mentira que una iniciativa tan bonita no tenga apoyos institucionales ni locales ni autonómicos hasta el punto de que tenga que usarse una casa familiar para la exposición.
La zona dedicada a los minerales es pequeña pero en ella hay piezas muy interesantes como un azufre de Conil o una barita de Berbes recubierta de cuarzos biterminados. Me chocó un poco un cuarzo blanco de Madrid que más bien parecía una calcita.
Lo mejor es que la visita al museo se puede culminar con un paseo por el cercano Santuario de Urkiola donde se puede comer, buscar setas, ver las neveras o subir a múltiples cumbres del Parque Natural.
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